El partido de ida de aquella final se disputó en el Estadio Morumbí de Sao Paulo y finalizó 0-0, por lo que el Estadio Monumental se preparó para la gran final.
El encuentro decisivo estuvo cargado de emociones. A los 10 minutos de juego, Enzo Francescoli malogró un penal, aumentando el nivel de nerviosismo del público. El desahogo parcial llegaría al minuto de comenzada la segunda parte, cuando Marcelo Salas puso el 1-0.
Sin embargo, cinco minutos más tarde, la noche parecía complicarse con el empate anotado por Dodó. Pero finalmente, sobre el minuto 13, una genialidad del Matador dentro del área le dio la victoria y la Supercopa al Millonario.
Esta copa (la jugaban los campeones de la Copa Libertadores) era la única que faltaba en las vitrinas de River, que luego de este logro, cuatro días más tarde, se alzó con el Torneo Apertura, obteniendo un nuevo tricampeonato, relegando al rival de siempre al segundo lugar.